Podría decir que sí, si bien matizo que la respuesta contesta al punto de vista profesional y en ningún modo pretende establecer cánones de belleza a los que deba aspirar una mujer. Normalmente aconsejo utilizar una prótesis cuyas dimensiones correspondan a las medidas de la mama preexistente. Para establecer estas dimensiones se miden la longitud, altura y proyección deseada, y con ello se puede elegir el implante con toda exactitud. Se trata de llenar de la forma más natural posible el pecho preexistente a la operación. También es útil realizar pruebas de volumen con el paciente antes de la intervención, rellenando el sujetador para obtener la talla que se quiere. Estas pruebas son útiles ya que dan una idea bastante exacta del volumen deseado.
Como en todas las operaciones los riesgos más graves son las hemorragias, la infección y la reacción adversa a la anestesia. En cuanto a lo específico de esta intervención son: la contractura capsular, que provoca el endurecimiento de la mama y se debe a una retracción o estrechamiento del tejido que forma el organismo alrededor de la prótesis; la pérdida o disminución de sensibilidad de alguna zona del pecho o del pezón que resultasen permanentes; o al contrario, que desarrollasen hipersensibilidad. También hay alteraciones de la cicatriz que puede requerir un tratamiento adicional corrector después de la cirugía.
Ante la invasión de un cuerpo extraño, nuestro organismo siempre reacciona intentado destruirlo o expulsarlo. Ése es el mecanismo por el que nuestros anticuerpos destruyen los virus o los tejidos expulsan los trocitos de cristal que han entrado tras un accidente. Ahora bien, ante una prótesis mamaria, nuestro cuerpo no puede ni destruirla ni expulsarla, por lo que opta por su tercer método, el aislamiento. Aísla la prótesis formando un tejido cicatricial que la envuelve como una cápsula.
Cuando se realiza un implante, el organismo envuelve la prótesis implantada en una capa de tejido conjuntivo. En la inmensa mayoría de los casos, esta capa (denominada cápsula) tiene las paredes delgadas y deja suficiente espacio libre a la prótesis para distenderse. De esta manera se conserva el tacto blando adecuado. En un pequeño porcentaje (aproximadamente 7 %) de mujeres la cápsula se retrae, se hace gruesa y resta espacio a la prótesis, provocando el endurecimiento. Este endurecimiento, que puede darse en diferentes grados, llega a ser perceptible al tacto e interfiere en la movilidad natural de la mama.
En teoría, pueden durar toda la vida. Pero es imprescindible su control periódico para la observación de su estado. Últimamente se habla de la necesidad de cambiarlas cada 10 años, pero en la actualidad no existe ninguna base científica para afirmar esta necesidad. Tenemos pacientes que se intervinieron hace más de 30 años en nuestra clínica y que tienen las prótesis intactas. Mediante las mamografías habituales podemos controlar su estado.
Normalmente, sí. Los conductos galactóforos son una red de más de 2.000 conductos que no afecta su función el ser sometido a una cirugía de aumento mamario.